Los cambios no son malos

Hace mucho tiempo aprendí que los cambios no tienen por qué ser malos. Cuando nos aferramos a algo, o a alguien, corremos el riesgo de que su pérdida suponga un duro golpe en nuestra vida, y en nuestra salud. Obviamente, ni podemos ni debemos dejar de coger cariño a las personas, el amor es uno de los pilares de este mundo, pero sí podemos dejar de tener demasiado apego hacia las cosas materiales y, por supuesto, estar dispuestos a adaptarnos al cambio.

Conozco muchísimos jubilados que, como yo, tienen una vivienda decorada “a la antigua”, como dice mi nieta, pero que jamás cambiarían por nada del mundo porque esa decoración está llena de recuerdos, de historias de una vida que ya ha gastado tres cuartas partes de su tiempo. Ahora bien, ¿hasta qué punto todos esos recuerdos nos benefician realmente? Del mismo modo que tenemos buenos recuerdos los tenemos también malos y a lo mejor sería beneficioso sacrificar algunas cosas en pro de conseguir otras.

Hace unos años mi hermana, que tan sólo tiene 4 años menos que yo, pasó por una situación muy dolorosa que la sumió en una depresión bastante fuerte, al menos en mi opinión inexperta. Estaba desganada, no quería hacer nada y se pasaba el día tumbada en el sofá o en la cama. Un día, su marido, decidió que ya era hora de que se moviera un poco y, a pesar de que no estaba de acuerdo, iniciaron una reforma en casi toda la casa. La idea era la siguiente: mi hermana siempre se había pirrado por todas las pijadas del hogar. Si veía alguna figurita o algún detalle bonito que le gustaba, acababa comprándoselo para decorar el salón, el dormitorio o cualquier otra habitación, así que pensamos que si la “obligábamos” a redecorar la casa, acabaría por activarse un poco y salir del pozo en el que se estaba metiendo.

Por eso, con la excusa de cambiar las ventanas por unas más aislantes, tanto a nivel del frió-calor como a nivel de sonido, empezamos con la jugada. Aluminios Villafontana inició la reforma instalando las nuevas ventanas de aluminio con cristales térmicos y, a raíz de esa pequeña obra, empezamos a insinuar que estaría bien cambiar los muebles, la decoración, y demás pequeños detalles que íbamos pensando.

Un dinero muy bien invertido

Mi cuñado se dejó al final la friolera de 4.000 euros en toda la reforma, pero mereció la pena porque pude volver a ver a mi hermana sonreír. Empezó a mirar diferentes tiendas de muebles por toda la ciudad, salía y visitaba las exposiciones y luego, con su hijo, miraba en Internet la diferencia de precios. Se tiraron dos semanas para elegir uno de estos armarios para dormitorios juveniles porque querían darle una sorpresa a su nieto haciéndole una habitación en casa de sus abuelos para los días que duerme allí (sus padres viajan mucho por trabajo), y, al final, acabaron cambiando todo el salón, el dormitorio e incluso el armario del baño. En Home Olé compraron todo el textil del hogar: nuevas cortinas, nuevos manteles, cojines, colchas para las camas, etc., y en una tienda del barrio acabaron comprando un montón de tonterías para decorar las nuevas estanterías del comedor.

Mereció la pena… poco a poco fue cambiando su aptitud. Al verse activa, con algo en lo que mantener la mente ocupada, empezó a pensar en algo más y a ser un poco más ella de nuevo, y no voy a decir que fuera la reforma lo que “curó” la depresión de mi hermana, pero sí puedo asegurar que fue el inicio de algo que luego ha conseguido devolvérnosla, a mí y a toda la familia que la echaba de menos.

Puede que en esa decoración anterior, en esos muebles y en esas figuritas de porcelana que tanto le gustaba tener, hubieran cientos… miles de recuerdos, buenos y malos, pero el cambio le ha dado la vida de nuevo y ni la decoración ni los muebles tienen la importancia que les damos nosotros.

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