Hay determinadas enfermedades asociadas a la vejez. Si hiciéramos una encuesta para comprobar qué tipo de enfermedades son éstas, probablemente las respuestas más repetidas serían Alzheimer y Parkinson. No obstante, y en lo que se refiere a la segunda, la Federación Española de Parkinson advierte de la documentación de dicha problemática en menores cuya edad no alcanza los 20 años.
Se trata, por tanto, de una enfermedad global y acerca de la cual existen muchos mitos. Para combatirla no valen las medias tintas ni la información que no sea completa. Se necesitan a los mejores profesionales para evitar las consecuencias que puede derivar para nuestra salud, nuestro cuerpo y, en definitiva, nuestra vida. Consecuencias que no solo afrontan los afectados, sino también sus familiares.
Hace un par de años mi madre comenzó a mostrar algunos de los síntomas que caracterizan a la enfermedad. En primer lugar, los temblores que la asolaban eran cada vez más evidentes y le impedían manejar cualquier instrumento, como un simple tenedor o un vaso de agua. En segundo lugar, de un tiempo a aquella parte la mujer mostraba un comportamiento más apático, como si padeciera una depresión. Comencé a preocuparme y le comenté el caso a mi hermana, que vive fuera de España. También ella mostró cierto miedo y la sospecha de que lo que le pasaba a nuestra madre estaba relacionado con la enfermedad descubierta por Jones Parkinson. Por eso se trasladó hasta aquí durante unos días para tomar una decisión a mi lado.
Sin embargo, queríamos asegurar nuestras sospechas para actuar en consecuencia. Acudimos al médico y, por desgracia, nos confirmó lo que todos nos temíamos: mi madre padecía la enfermedad. Y, como por anunciada no es menos dolorosa una mala noticia, esto nos sentó como un jarro de agua fría. Estaba claro que nuestra madre podría no volver a ser la misma y que nos teníamos que tomar muy en serio un tema como este.
Le preguntamos al médico qué podíamos hacer para tratar a nuestra madre y que sufriera en la menor medida posible los efectos de una afección como aquella. Hablando con franqueza, nos comentó que existía un lugar en el que los resultados en el tratamiento del Parkinson eran muy buenos. En una nota me apuntó el enlace de una página web: www.tratamientoparkinson.es, que contenía un más que posible remedio para combatirlo, la residencia Benviure.
Consideramos la posibilidad de trasladar a nuestra madre a aquella residencia. El doctor había sido claro al asegurar que los resultados de los casos tratados por Benviure eran fantásticos, por lo que había poco en lo que pensar. Decidimos contactar con los regidores de aquel lugar para comentarles nuestro problema y pedir, si nos convencían las condiciones, un sitio para la mujer más importante de nuestra vida.
Una sonrisa para mantener la esperanza
Efectivamente, solicitamos esa plaza. En aquella residencia se encontraba un centro médico especializado en una enfermedad como el Parkinson, y eso era justo lo que necesitábamos: profesionales especializados que pudieran convertirse en la mejor munición para que nuestra madre recuperara todas las facultades físicas posibles y para evitar que sus ánimos continuaran decayendo.
Lleva un año y medio en la residencia y la verdad es que los resultados que ha reportado la estancia son bastante buenos. El avance de la enfermedad se ha detenido por completo y esto supone una gran victoria para todo aquel que padece Parkinson ya que es prácticamente imposible volver a encontrarse al cien por cien. Mi hermana y yo nos congratulamos por la decisión que habíamos tomado. La residencia Benviure se había erigido en la salvación de nuestra querida madre.
Y no solo por haber detenido ese avance, sino por haber sido capaz de hacer volver la sonrisa a su rostro, un gesto del que ya nos empezábamos a olvidar. Ese cambio ha sido fundamental y llena de esperanza tanto nuestras vidas como la de ella, una vida que sigue siendo muy importante para nosotros y que no vamos a permitir que se apague de ninguna de las maneras.